Reggaeton seudo-música del imperialismo

Para poder entender de qué se trata la batalla cultural en todos sus aspectos, es necesario poner y prestar atención a todas las armas que el enemigo utiliza en pos de arrasar con nosotros, los pueblos. En este caso, comprender cuál es la funcionalidad de la “música de moda” en su esencia, nos va a mostrar una idea más amplia de cómo nos colonizan el sentido común y la capacidad de discernimiento hasta en la sopa. Vamos a lo concreto, empezando pos historizar muy brevemente la cuestión.

El reggaetón surge en Panamá a finales de los años 1970s, producto del encuentro de jamaiquinos y africanos que mezclaron el reggae con ritmos de tambores de ancestrales, dándoles un énfasis a las bases suaves del ritmo hecho bandera por Bob Marley. Pero se hace popular en 1988 cuando llega a Puerto Rico y de la mano de un cantante llamado Edgardo Franco, más conocido por su nombre artístico El General (un cantante que se vestía como un General y lo parecía, de hecho). Esto se convierte en un éxito que luego se expande por todo el Caribe, primero, y más tarde por lo largo y ancho de Latinoamérica. Todo esto, además, sucede en un contexto de dictaduras enardecidas y esparcidas por la región y su posterior caída, con la cual llega una suerte de “destape” social: una liberación repentina de los individuos reprimidos y, como consecuencia casi natural, un frenesí por recuperar el tiempo perdido y ahogar las penas del desastre natural.

Hasta acá no hay nada extraño, ¿Verdad?... bien, la cosa recién empieza y va en este sentido: cuando algo se hace masivo, el poderoso lo toma, lo transforma y lo utiliza en favor suyo y en prejuicio de los pueblos. Veamos de qué manera.

La mezcla del ritmo suave del reggae y los ritmos repetitivos e hipnóticos de los tambores africanos generan una combinación de efectos psíquicos y motores que tienden a favorecer la pérdida momentánea de la capacidad de razonar y discernir constantemente. En criollo, cuando escuchamos reggaetón entramos en un trance durante el cual razonamos poco o nada. Si fuera sólo eso, un momento de esparcimiento como el que todos queremos y merecemos disfrutar, no habría nada que analizar. Sin embargo, por acá no hay inocencia que nos valga nada.

Pasemos en limpio:

Ritmo Latinoamericano altamente pegadizo e hipnótico + Periodo post-dictadura donde aparece la necesidad de paliar el horror + Masificación y la máquina de hacer chorizos de la industria musical = Caldo de cultivo ideal para distraer a los pueblos.

Esto no significa, por supuesto, que si escuchamos reggaetón nos convertimos en zombis al servicio de las corporaciones, pero hay que hacer foco en el panorama completo: en los años 1990s la picadora de gente en que se ha convertido la industria de la música hizo inversiones descomunales en productos de bajísima o casi nula calidad artística, pero con un alto impacto y rendimiento en dispersión y enajenamiento de las masas. En Latinoamérica en general y en Argentina en particular, el neoliberalismo aparecía como fuerza en el mismo: pizza con champagne y payasos para todos los gustos, a la orden para distraer al pueblo. Pero el reggaetón empezó a pisar fuerte por estos pagos recién en el nuevo milenio, tomando fuerza durante los gobiernos nacionales y populares de Néstor Kirchner y Cristina Kirchner. Ahí es donde toma relevancia todo esto que venimos desentrañando acá: mientras el gobierno va arreglando los desmanes del neoliberalismo, la bestia seguía haciendo su trabajo fino y el reggaetón hizo y hace de las suyas.

Con temas muy famosos como “Gasolina” de Daddy Yankee, podemos leer, sin hacer esfuerzo, dos cosas en conflicto en esta parte del mundo: el petróleo y los EEUU/EUA. Y sí, definitivamente, el hit “Gasolina” hace referencia directamente a “Estados Unidos y petróleo”. No hay que analizar demasiado, y todos pudimos la euforia que trajo un tema de 4 minutos y poca ropa. Después, si sobrevolamos estos años de hits, en todos encontramos básicamente lo mismo: mujeres cosificadas, exorbitantes demostraciones de dinero y poder, obscenidad y mal gusto. ¿Y todo esto es inocente? No, no lo es para nada, porque cuando hay un plan para arruinar la conciencia de las clases subalternas, las herramientas invisibles son las que hacen que la guerra nos agarre desarmados y desprevenidos. Nos muestran con alevosía todo lo que las mayorías populares no pueden tener (dinero, mujeres de plástico y lujos sin límites), para que el odio por lo inalcanzable aumente y se haga insoportable. El deseo y la imposibilidad de sacarlo dan siempre resultados catastróficos.

El Reggaetón no es música, ni ahí; es un instrumento del imperialismo que se hace pasar por un género musical como cualquiera. El Reggaetón y la trampa de "lo latino" al servicio del imperialismo.
El Reggaetón no es música, de ninguna manera. Es un instrumento del imperialismo para seguir dominando y destruyendo a los países mal llamados "tercermundistas", o cualquier país que no sea del mal llamado "Primer Mundo".

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